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viernes, 6 de abril de 2012

Descubriendo Campeones. Varus, la flecha del castigo.

Cuando el mundo te da la espalda, a veces no tienes otra opción salvo responder con una fría venganza. Nadie lo sabe mejor que nuestro nuevo campeón de la Liga, Varus, la flecha del castigo. Armado con un poderoso arco que está consumido por magia oscura, y con una implacable sed de venganza dominando su corazón, Varus deja a su paso un rastro de campos yermos sembrados de enemigos caídos.

Hemos unido fuerzas con Gabe y Tycho, de Penny Arcade, para crear una edición especial de Descubriendo a los campeones y del Juicio. Seguid leyendo, invocadores, pero estad atentos: Varus se unirá a la Liga en una versión muy próxima.

JUICIO DE LA LIGA: VARUS

Candidato: Varus
Fecha: 7 de marzo, 22 CLE

OBSERVACIÓN

Absorbe su arco, por no sentirse tentado a utilizarlo en la Academia de la Guerra. Se desliza por su palma para descansar. El brillo de la cámara es inmaculado, por lo que puede verse reflejado en los escudos y espadas ornamentales; ve su forma pero no la reconoce como tal. Sus brazos desaparecen en guanteletes negros de un líquido que no acaba de decidirse por una forma; mugre salobre se arrastra desde sus pies hasta su ombligo, creando costras en su armazón.

Lo que a primera vista parece simplemente negrura, se convierte en un color de una complejidad casi infinita al realizar una inspección más profunda. Se desliza por su superficie como aceite. Varus se pregunta si debería haber reclamado más desde ayer, lamiendo como lo hace lo que queda de carne pura. Decide que en conjunto está satisfecho con el acuerdo, incluso si su reflejo le muestra tal criatura.

No estoy destrozado, se dice a sí mismo. No estoy destrozado. Solo tengo una forma diferente.

REFLEXIÓN

Enseñar es aprender.

El enseñar a Theshan dónde esconder el arco, cómo desenfundar y cómo recordar su respiración, le dio a Varus una mayor comprensión de estas cosas. Su hijo necesitaría conocer estos detalles. Su padre había sido nombrado Guardián del Templo al fin y al cabo. No estaría siempre allí.

Varus no estaba ahora allí, estrictamente hablando; nada era real y sus ojos astutos lo sabían.

Este era un juego al que jugaban los invocadores para divertirse con los aspirantes a la Liga. Pero aquí estaba su hijo, vivo afortunadamente. Despeinó el cálido del chico. Varus sabía lo que se aproximaba, y aprovechó la circunstancia. Los dos miraban hacia la cumbre de la montaña, hasta que divisaron el Templo.

Era más antiguo que el pueblo, mucho más. Una declaración de un era pasada de plenitud, no había pragmatismo en su construcción.

"Un pozo de Palas", dijo el hijo que no era su hijo. "Ahí hay un pozo de Palas."

"En su momento no lo sabía, pero sí", respondió Varus.

"¿Dejaron a un solo hombre para defenderlo?"

"Lo hicieron."

Le sorprendió mucho su nuevo papel. Parecía que a las antiguas oraciones que solía decir cada día desde que era un niño les faltaban algunas sílabas graves; Los ancianos las habían estado guardando.
Tatuajes del astuto Búho en la cara, el pecho y los brazos habían alterado su percepción, esto era sorprendente también. Y luego estaba el pozo. Redondo y de cinco pies de diámetro, era difícil imaginar que su disco sin nada especial pudiera haber sido la causa de tantas preocupaciones.

Estaba muy sorprendido, tal vez, cuando, en su primera noche de vigilia, comenzó a hablar.

No con palabras, no. Las palabras habrían sido muy fáciles de evitar. Hablaba sobre todo en momentos: imágenes, sensaciones. Sabía que había gente, podía percibirla en el aire. Sabía que tenían una colmena en la base de la colina, donde se retorcían en sus absurdos cuerpos. Varus puedo sentir la confusión y algo como dolor; el aislamiento del templo había hecho mella en él. Quería enseñarle algo que le gustara. Quería hacer algo por él. Sentía la necesidad de satisfacer.

No era la "bestia implacable" que había jurado contener.

En una ocasión, Varus entró en el santuario para realizar el Rito del sello, se vio a sí mismo, rodeado por otros de su pueblo, de pie con el vigor de un hombre joven mientras los que le rodeaban
se arrastraban como cadáveres, se les caía la piel. Notó que en cierto modo le gustaba.

"¿Ahora?" se ofreció, seguro en su respuesta.

"No", replicó Varus.

Cuando volvió a hablar, dejo de existir en el presente completamente. En vez de eso caminaba lentamente por la sangre, sus murmullos crecían y se elevaban hasta que rugían y retumbaban. Entonces escuchó una voz, o la idea de una voz, que decía suplicante, "¿Ahora?"

El mordisco de incienso, con sus dientes de romero y roble, cortaron la visión. Cayó en la palma de sus manos, dando vueltas y levantándose para cargar de nuevo el brasero. Rebosaba por la cadena de cobre, abrasando y lacerando sus manos.

"¿Ahora?"

Resonó en su cabeza, pero el Búho le reafirmó. Le dio voluntad para avanzar por los muros laberínticos hasta la puerta, donde pudo ver cómo ardía el pueblo; de nuevo, tuvo que verlo de nuevo.

Corrió, aunque no sabía bien por qué; una parte de él pensaba que si tomaba este camino, deslizándose por esta cara en vez de la otra, sería distinto. Tal vez no encontraría a su mujer destrozada, con su hijo destrozado, con su arco destrozado, tal vez no cogería el arco ni lo llevaría al Templo.

Estaba equivocado.

Se le otorgó la visión entonces de miles, miles de muertos. Sufrió una fuerte presión en sus costillas y en su corazón. Cayó de rodillas.

"¿Ahora?" Era casi un suspiro.

"Ahora," Varus susurró. "Ahora, maldita sea."

Y cuando lo hizo, abrió una presa profunda en la tierra, de tal modo que el disco plácido de la charca, salió de su corazón y explotó, dejando lágrimas de cristal negro y caliente en todo lo que tocaba. Fluía por el aire, por el humo rizado hasta que hizo perder el equilibrio a Varus. Le despellejó la mano, la digirió y consumió el arco. Se comió ambos brazos y ambas piernas, sin mostrar… respeto, si se le puede llamar respeto, por el Búho. No sobrepasaría las marcas. En un momento de locura desenfrenada, Varus se preguntó cuánto duraría aquello.

El reflejo se agitó y el invocador jadeó con esfuerzo, las imágenes se soltaron de sus ataduras, a toda velocidad, en una serie de escenas de pesadilla con una premura animal. La habitación se solidificó, con un brillo producido por las sensaciones alienígenas recogidas durante los últimos años del pasado adusto de Varus.

Solo las puntas de cada uno de sus dedos de los pies tocó el suelo. Varus sabía que la fuerza no estaría lejos. Cuando les sobrepasó, el carro que dirigía la columna tuvo la sabiduría de alentar a los caballos. Aquellos sin sabiduría o malditos por las circunstancias, comenzaron a morir a una velocidad de vértigo.

Según Varus reducía el ritmo, un aparato con finalidad de arco, que no forma, saltó a la vida, por primera vez en su muñeca. No necesitaba aprender a usarlo; un hombre fue atravesado al instante, reventando como un odre. Esto resultó de gran inspiración para sus compañeros que descubrieron poseer una velocidad que no creían que fuera posible; aunque incluso a esa velocidad seguían siendo seres de carne y hueso. No era suficiente.

Aunque lo que disparó no era una flecha, se comportó como una, destruyó como una, viajo a través de la insignia noxiana, saliendo de un soldado para meterse en otro, explotando en seis lenguas sedientas que agarraban y atrapaban. Con cada muerte, Varus disparaba más rápido, hasta que al final no parecía que cada tiro fuera diferenciado. La presa simplemente corrió hasta caer. Con un horror elegante.

El tiempo pasó rápido. Hubo más cazas y más sangre, se prometió piedad pero se contuvo. La oscuridad se arremolinaba con la esencia de hojas húmedas, extrañamente dulce, en los cuerpos destrozados de hombres y mujeres convertidos en algo abstracto durante su aniquilación. Varus se arrodilló en un carro para coger un mensaje, atravesado por uno de sus afilados zarcillos; revelaba los nombres de algunos otros perros noxianos, responsables por dar la orden...

La orden irrefutable. Pagarían multiplicado por mil lo que le hicieron.

Una invocadora avanzó, con su máscara de juicio impasible, su presencia le arrebataba los últimos trazos de visión. "Tu finalidad aquí está clara." Has descubierto que entre nuestros campeones existen agentes noxianos. Esto, todo esto", agitó la mano, "es el juicio de una vendetta."

"Seguro que comprendes que tu venganza no es la finalidad de la Liga", dijo, con los ojos entrecerrados.

"Ya te habrás dado cuenta", dijo Varus, o la amalgama que tenía delante envuelto en Varus con la lengua negra e hinchada.

"de que es mi único propósito."

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